lunes, 16 de febrero de 2009

Con-cierto gusto


The Doors, viernes 13 de febrero, Plaza de Toros México
Por: Abel Rubén Romero Morales

Llegué tarde, de pronto se empezó a escuchar “Roadhouse blues” y apresuramos el paso, la plaza estaba completamente obscura, en lo alto el cielo contaminado y aviones que entraban a la ciudad de México.
Recuerdo la prepa, los porros rodando por la casa de algún adolescente, las chelas y el alcohol barato. Eran cerca de treinta años después y aun había grupos púberes en trance con las rolas que inmortalizó el Rey Lagartija (mal traducido el Rey Lagarto); bailando, bebiendo, disfrutando las caricias eléctricas y sicodélicas que penetraban nuestros oídos. Ahora estaban ahí, dos de ellos, Manzarek y Kriegger, tocando mejor que nunca. En un escenario modesto, sin pantallas gigantes ni efectos asombrosos, pero sin necesidad de ellos. La plaza de toros México se colmó de unos veinte mil asistentes, con un sonido perfectamente apreciable a pesar de la muchedumbre que gritaba enardecida con las rolas más emblemáticas como “Love me two times”, “When the music’s over”, “Peace Frog”, “waiting for the sun”, pasando por “L. A. woman”; “Light my fire”, “Gloria”, “Touch me”, “Love her madly” y “Riders on the storm”, entre otras. El repertorio seguramente estuvo pensado para prender a la gente que se sabía sólo los éxitos comerciales, pero aun así fue un evento excitante. Manzarek hizo de las suyas en el teclado, arremetiendo en evidente show fenoménico, su capacidad para tocar algunas teclas con la cabeza y los pies. Kriegger retorcía la guitarra y hacía de las cuerdas unas serpientes enloquecidas que se le enredaban en las manos, la voz de Scallions, ex vocal de Fuel, es precisa y basta aunque insuficiente para cubrir la inmensa ausencia que nos dejó Jim Morrison, con sus pedas eternas y el Jack Daniel’s en la mano, con sus repentinas caídas en el escenario y gritos estridentes. Estaban debajo, lejos, pero llenando de sonido inefable cada recóndito hueco, austero pero salvaje, como eran los Doors en aquellos tiempos de rebelión generalizada, en que la juventud tomó por el pelo a los ancianos conservadores y revisaron la ética de rebaño. Ahora, después de aquellos años en que los Doors eran profetas del cambio, nos encontramos algunas tristes reminiscencias en este concierto donde aun hay artistas, pero no muchos receptores del alma del Rock. Aun se siente la nostalgia de lo que no vivimos.

Mágico encuentro y aunque se asegura que es la gira del adiós, estoy convencido de que miles de mexicanos esperaremos con ansias un próximo encuentro. Ese tipo de monstruos musicales e ideológicos, dejaron huecos enormes que hoy son difíciles de saciar con cualquier cosa.

¡Larga vida al Rock!

Abel Rubén Romero Morales
“El Poeta”

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